Plaza de la Solidaridad, ubicada entre las avenidas Juárez y Balderas y el corredor peatonal Doctor Mora, a un costado de la Alameda Central, en la delegación Cuauhtémoc, es el escenario que cada fin de semana acoge a decenas de jugadores de ajedrez.
Este sábado 11 de junio no fue la excepción, alrededor de las 16:30 hrs. señores y jóvenes daban comienzo a sus partidas, el ambiente se tornaba agradable pese al caluroso día, las ganas de jugar disfrazaban las insuficiencias que el lugar por su naturaleza ofrece, tan sólo banquetas y un par de jardineras son lo que hacen posible que aquel recinto se convierta en la plaza del ajedrecista.
Recorriendo las “mesas” de encuentro se escuchaba a los observadores aconsejar sobre los movimientos, en otras el juego era un aprendizaje, pues se tenía el libro en mano para adoptar ciertas estrategias de duelo, en aquel tablero en el que se enfrentaba algún señor con un joven se le oía al adulto decir que nunca pensaría que aquel chico estuviera a su nivel y que además este último le ganara; el momento se amenizaba con risas y uno que otro chascarrillo, los competidores se daban tiempo para fumar un cigarrillo o bien tan sólo para descansar y luego encarar a su próximo contrincante.
Mientras tanto, en el lugar rondaba un vagabundo que con muestras de interés se acercaba a una y otra de las mesas de juego, tras unos minutos se aproximó a aquélla en la que un par de jóvenes leían sobre estrategias de ajedrez y con cierta decisión les preguntó ¿Quién de ustedes juega mejor? a lo que desconcertados asentaron que sólo estaban practicando, la respuesta no le satisfizo, pues argumentó que lo quería saber para enfrentarse a él, viéndose en la necesidad de continuar la práctica uno de ellos le negó el juego de manera sutil, diciéndole que aquel señor jugaba muy bien.
El vagabundo titubeó por un momento en desafiar al señor, quizá las canas que éste poseía le fueron imponentes al mostrarse portadoras de experiencia, al aproximarse sólo miró atentamente la partida que se presentaba sin pronunciar una sola palabra. Sin embargo, no tardó en tomar la decisión de solicitar el juego, esta vez la respuesta fue simplemente ignorarlo.
El momento incitaba a aquel vagabundo a vivir la travesía que el ajedrez brinda, no podía alejarse de tal pensamiento teniendo enfrente el deleite de tableros, observaba y sólo eso podía hacer, pero el instante no podía quedarse así, el andar del personaje desprendía desencanto, su mirada que por un tiempo se notó perdida fue la misma que encontró lo tan buscado, aquel adoquín cuadricular fue su aliado, tenazmente corrió a traer piedras, mismas que ocuparían el lugar de ese Caballo que por fin se hacía presente, o bien de la Reina que tanto deseó tener entre sus manos.
La comparativa con los demás tableros mientras acomodaba las amorfas piezas era constante, algo llamó su atención y es que se dio cuenta que el número de peones no cuadraba y que su competidor no llegaba a la cita, el juego no se pudo efectuar, el coraje invadió a nuestro personaje haciéndolo patear sus tan preciadas piezas y desapareciendo en ese momento aquel peculiar tablero.
Mayra Salinas
Muy bien Mayris, te quedo excelente tu nota.
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