viernes, 15 de julio de 2011

HISTORIAS SUREÑAS


Mary Flannery O'connor, nació en Savannah, Georgia en 1925. Escritora estadounidense. Autora de novelas y relatos en los que, desde una perspectiva cristiana, se cuestiona sobre la miseria espiritual del ser humano y su rechazo de la salvación eterna.

Su obra refleja rasgos del sur de los Estados Unidos y se basa sobre todo en dos novelas y dos volúmenes de relatos breves, Sangre sabia (1952) y Los profetas (1960); sus colecciones de relatos llevan el título de Un hombre bueno no es fácil de encontrar (1955), en donde se encuentra el cuento "La gente buena del campo". Falleció el 3 de agosto de 1964 a consecuencia del lupus, enferme- dad que soportó durante los últimos diez años de su vida.

El cuento "La gente buena del campo", narra la historia de una madre con su hija la cual ha estudiado un doctorado en filosofía, el cual le avergüenza a su madre decirlo en frente de las personas. Hulga como se hace llamar la chica, tiene una pierna de palo, luego de un accidente de caza, ya que le volaron la pierna de un escopetazo, lo cual le impide llevar una vida tranquila y su madre la considera su niñita, puesto que viste como si en verdad lo fuera, a pesar de que tiene 30 años.

“…deambulaba todo el día con una falda de seis años de uso y una camiseta amarilla, con un borroso vaquero sobre un caballo estampado en el pecho. Ella opinaba que era divertido; la señora Hopewell, en cambio, pensaba que era idiota y que sólo demostraba que todavía era una niña”.

La señora Hopwell, su madre, tiene contratados a unos sirvientes a los cuales considera buenos porque ellos vienen del campo, hasta el grado de llamarlos la sal de la tierra, además de que la señora Hopwell, se considera buena cristiana y eso le provoca no despreciar a nadie. La señora Freeman es quien la acompaña puesto que la señora Hopwell no quiere sentirse sola, además de que ella admira a la buena gente del campo, porque los considera buenas personas.

La historia comienza a tomar rumbo cuando un joven vendedor de biblias de nombre Manley Pointer, llega a la casa y comienza a hacerle la plática a la señora Hopwell hasta el grado de invitarlo a comer porque el argumenta venir de algún poblado del campo o algo similar. “—Bueno, señora, le diré la verdad, hoy día no hay mucha gente que quiera comprar biblias y, además, sé que soy un simplón. No sé cómo decir algo, lo digo sencillamente. Soy sólo una muchacho de campo”.

Hulga al salir el muchacho lo acompaña a la salida y logra invitarla a salir. La chica acepta a pesar de que no salía de su casa a menos que fuera anteriormente para acudir a la escuela. El chico Pointer comienza a seducir a Hulga cuando ha logrado sacarla de la casa.

Hulga al querer impresionar a Pointer lo lleva a un granero en donde el tipo la hace quitarse la prótesis, luego de estarse besando y pedirle una muestra de amor. Manley echa la prótesis a su maleta semivacía y deja a Hulga con el muñón al descubierto no si antes decirle que anteriormente le había quitado un ojo de vidrio a otra chica en un poblado anterior.

El tipo de narrador del cuento es omnisciente, el cuento está escrito en pasado, el tiempo de la historia es lineal. El cuento está escrito en el estilo gótico sureño, lo cual refleja al hablar de la filosofía y de que Hulga es atea, además de mantener su acento sureño puesto que ambas ancianas hablan de dichos o frases que siempre dicen al final de cada oración.

El lenguaje que se ocupa es grotesco sin tapujos ni horrores puesto que el vendedor de biblias, habla acerca de sus botines sin el menor cargo de conciencia además de que no le importa engañar a la gente con el fin de obtener lo que busca. Por otra parte, se refleja el sur al hablar de granjeros y personas de color haciendo las labores del hogar y del campo.

El cuento es muy bueno, ya que la trama es interesante lo que lleva a que dediques a leerlo de corrido, es corto, y la pluma suelta de O´Connor invita a leer más de su literatura.

Bibliografía:
Mary Flannery O'connor, Un hombre bueno no es fácil de encontrar, “La buena gente del campo”, Barcelona, Lumen, 1973.

EDUARDO RIVERA

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