martes, 6 de septiembre de 2011

Ensayo: recuperación de memorias


¿Es importante el rescate o recuperación

de memorias para nuestra sociedad?

¿Qué memorias, cuáles sí, cuáles no, desde qué tiempo?

Al hacerme la pregunta de cuál es la relevancia de mantener un acervo acerca de la memoria de nuestra ciudad, surgen todas estas preguntas.

Sobre qué memorias sería importante recuperar, se debe tener en cuenta la diversidad cultural, social, generacional, de ideas, de visión del mundo. Esto porque todos, a pesar de vivir en esta peculiar ciudad, somos tan distintos y pensaríamos en recuperar sólo lo que nos es familiar, afín o lo que nosotros consideremos digno de recuperar.

La cuestión como muchas otras es subjetiva y por supuesto válida. Desde mi perspectiva y desde la definición de cultura: todo acto humano es cultura, por lo tanto todo lo que se haya realizado en esta ciudad por medio de sus ciudadanos tiene la importancia como para que se traiga a la memoria actual en esta población, que vive en un tiempo de acciones aceleradas, donde rápidamente olvida; por eso y más, creo de vital importancia el rescate de una memoria colectiva, de los actos que se han construido a lo largo de los años en este territorio geográfico, hoy la capital de México.

Resolviendo estas primeras cuestiones prosigo a describir sobre la vivencia propia, sobre cuál ha sido mi experiencia en la brigada de Memorias de tu Ciudad, en la cual por medio de la investigación, entrevistas a los ciudadanos, asistencia a lugares y sobre todo por medio del conocimiento empírico, he logrado tener una riqueza de la basta memoria cultural que se tiene en este lugar.

Las viejas cantinas que se resisten a morir, dentro de una ciudad donde se ha perdido la tradición de asistir a comer una botana con unos buenos tequilas de compañía, dentro de ellas hay gente que recuerda tiempos pasados, donde el auge de ellas tenía una magnitud sin igual, pero que ahora poco a poco queda rezagada por las nuevas generaciones. También están los viejos barrios de la delegación Coyoacán que, al contrario de las cantinas, siguen más vivos que nunca, son de los lugares más visitados por turistas, por jóvenes y adultos. Historias de vida como las de las personas mayores que asisten a las “escuelitas” para aprender, más valiendo tarde que nunca, a escribir y a leer, quienes brindan sin decoro algún relato sobre su vida, siendo para ellas una memoria que al contarla vuelve a tener la misma intensidad que tuvo en su momento. Los talleres de bicis –yo no conocía ninguno hasta el día que fui a hacer mi entrevista–, los cuales lamentablemente son muy pocos y tienden a ser cada vez menos; la historia de uno de ellos en el centro de Iztapalapa dice como en antiguos años contaba con una gran cantidad de clientes, pues en esos tiempos la bicicleta era el vehículo por excelencia, pero estos fueron desplazados poco a poco por el mayor uso del automóvil y ahora por el uso de las motocicletas, todo ello ha sido causa del deterioro y olvido de los lugares que daban mantenimiento al transporte de los ciclistas. Y, finalmente, memorias recientes como las de las manifestaciones juveniles, conciertos como los del Deportivo Chavos Banda, en donde el arte grafitero se hizo presente, así como la energía de los chavos en los slam de Ska.

Todas estas memorias, conjunto de las historias de un colectivo, que van desde la señora de 70 años que se emociona al lograr escribir su nombre; el cantinero que ha trabajado en medio de ¡salud!, risas y lágrimas de clientes que se rehúsan a dejar el lugar; reparadores de la bicis que se negaban a ser fierro viejo; chavos banda y de toda clase que asisten por curiosidad, por distracción o por desmadre a los eventos que se organizan en la ciudad. Todos tienen algo que contar y que construir, memorias remotas e inmediatas que forman la cultura de la ciudad y de la sociedad.

Claudia Ivette Rojo Hernández

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