Un descenso al infierno
Sábado, siete de la madrugada. El despertador me recuerda que tengo trabajo. A las once, me encuetro en el Parque Xicoténcatl, con la brigada de Memoria Escrita. A las dos, emprendo el vuelo de vuelta a casa.
En casa, como cualquier cosa, pierdo un poco el tiempo, meto Odio bajo el alma en el iPod, tomo los boleto de Hocico, los guardo en El eterno femenino de Rosario Castellanos (que oculto en el bolsillo secreto de mi chaqueta negra favorita), digo mis antioraciones y me largo.
Ya eran las siete cuando llegué a Insurgentes (¿se han preguntado de quién fue la tonta idea de hacer circulares las glorietas?). Llamé a Eugenia: Te espero bajo el anuncio enorme que dice "soñadora". Mientras ella venía a buscarme, yo busqué al Mago Desconocido. Lo hallé durmiendo sobre una jardinera, a la salida del metro.
Los boletos decían que el evento comenzaría a las siete y media, pero a las ocho y media aún seguíamos formados sobre Niza. Bueno, seguían formados los uniformados, yo y mis camaradas fuimos más listos y nos fuimos a beber café (y té para el estómago gurugurante del Mago). A las nueve, logramos entrar al club. Eugenia sabía que algo andaba mal, pues el H2O (el club) antes era La mansión, un lugar horrible para esta clase de eventos. Y cuando los fascistas nos pidieron nuestras credenciales del IFE para dejarnos pasar (aunque nuestros más de treinta años se ven a todas luces), supimos que en efecto, algo andaba enfermo en todo este desmadre.
Unas insulsas belly dancers movían el bote al ritmo de una novata mezcla de aggrotech, ebm, industrial rave y synth-pop. La barriga del Mago protestaba, y cuando surgió Reaxión Guerrilla, disfrazados como una veleidosa banda gótica, Eugenia se soltó a darle a la bailada (me recuerda mucho el "Pong" de Eisenfunk, pero sin disfraz). La banda tenía buena presencia, buena actitud, y dos bailarinas preciosas (una flaca y otra gorda porque ya comió) que se movían más chido que las mentadas belly dancers.
Entre fuego, humo y láseres verdes, pantallas que anunciaban precios elevados de aguas y cervezas, y amenazantes recordatorios de que el evento y el lugar estaban siendo monitoreados por la SSP (¡con razón piden IFE incluso a los evidentemente rucos; si algo pasa, quieren tener a todos los asistentes fichados!), una hora de electro rudo poco variado fue quedando atrás. Ya faltaba menos para lo que te truje, Chencha.
De nuevo un DJ set bastante aburrido. Y lo peor: se extendió por una hora. Pero al fin, un diablo rojo de ígneos cuernos, anunció la inminente llegada del demonio Amduscia Amduscia. Polo y el Demonio compartieron el escenario por unos minutos, después, fue todo para Polo. Durante algo así como quince o veinte minutos, Polo lució excelente, pero por alguna razón, se desinfló. Quizá ya estaba resintiendo el alcohol, o quizá desde la muerte de Édgar (¡te extrañamos, carnal!), Polo ya no es el mismo.
Y la hora de Amduscia, extraña y decepcionante, concluyó. Y ya todos deseábamos asistir al apocalipsis sonoro de los maestros, los más grandes del universo, ¡los infalibles Hocico! Pero nel, resulta que había otro DJ set, igual de chafa que el resto, o peor, puesto que ahora no duró sesenta minutos, sino noventa.
Era la una con cincuenta de la madrugada. Eugenia estaba aburrida como un muerto sin gusanos. El Mago estaba enfermo y vomitaba cada quince minutos en los nauseabundos sanitarios. Yo estaba cansado, pero había pagado una buena feria para estar allí, y no me iría sin recibir mi merecido. A la unca cincuenta y dos, Eugenia decidió que se iría a su casa. Y se fue. Y a la una ciencuenta y nueve, Hocico apareció en escena, precedidos por un Satanás Azteca que escupía fuego y jugaba con él como un niño juega con un cubo de madera.
Hocico hizo de las suyas, siempre sublime y abyecto. El sarcasmo de Erik, (Erk) su presencia en escena, sus provocaciones con el público, sus gritos y chillidos y gruñidos, y la extraordinaria y siempre novedosa música de Óscar (Racso), con ese profesionalismo que le impide un instante de desconcentración, son la mancuerna perfecta.
El set duró una hora. Se marcharon. Y no escuchamos "Sexo bajo testosterona", que es sin ninguna duda, el tema por excelencia de la banda. Eso sólo podía significar una cosa: habría un encore y Hocico volvería. Y volvió. Y por encima del grito generalizado: "sexo, sexo, sexo", Erk nos preguntaba si nos gustaba el sexo. Emocionados, todos gritaban "Hocico, Hocico", el Mago gritaba: "Diosito, Diosito", y yo, recordando a Jebús el Pagano, otro amigo entrañable, gritaba: "Ositos, Ositos". Pero nanay, tocaron "Instincts of pervertion".
Después de alguna pieza más, se volvieron a largar. Pero sabíamos que volverían. Y esta vez, sí tocaron el himno del placer. Y nosotros, felices, ya para siempre condenados al deseo, ayudamos a Erk a cantar, como puede apreciarse en el video de más abajo.
A las cuatro, acabó Hocico y siguió algún que otro DJ, pero ni el Mago ni yo nos arriesgaríamos a aburrirnos. Nos salimos a la calle por la puerta trasera del lugar, nos dormimos un rato en la banqueta, a las cinco y cacho nos fuimos a Insurgentes a esperar un Metrobús nocturno que nos llevara a Perisur, pero no pasó ningún culero. Tuvimos que esperar a que abrieran las líneas diurnas (esperar el metro, es decir hasta las siete, sólo puede caber en la pobre cabeza de un alcalde que no sabe que en esta ciudad también hay gente que no conduce auto, por pobreza la mayoría, por ideología algunos pocos como yo, y que aún así deseamos vivir de noche; ¿será una cuestión moral, obligar de cierto modo a las buenas gentes a permanecer en casa durante las oscuras horas?). Como sea, mientras esperábamos el bus, el Mago descubrió un billete de cien varos en el suelo, y minutos después, yo también tuve suerte y hallé una brillante moneda de dos pesos, que no alcanza ni para un pasaje (sólo del trole o el RTP, pero de ésos no hay en Insurgentes).
Con todo, llegué a mi casa a las siete a eme. Comí una ligera torta mientras veía dos episodios de Frasier (siempre genial, siemrpe revivificante), y luego me tumbé a dormir y soñar con la chica de la canción.
En casa, como cualquier cosa, pierdo un poco el tiempo, meto Odio bajo el alma en el iPod, tomo los boleto de Hocico, los guardo en El eterno femenino de Rosario Castellanos (que oculto en el bolsillo secreto de mi chaqueta negra favorita), digo mis antioraciones y me largo.
Ya eran las siete cuando llegué a Insurgentes (¿se han preguntado de quién fue la tonta idea de hacer circulares las glorietas?). Llamé a Eugenia: Te espero bajo el anuncio enorme que dice "soñadora". Mientras ella venía a buscarme, yo busqué al Mago Desconocido. Lo hallé durmiendo sobre una jardinera, a la salida del metro.
Los boletos decían que el evento comenzaría a las siete y media, pero a las ocho y media aún seguíamos formados sobre Niza. Bueno, seguían formados los uniformados, yo y mis camaradas fuimos más listos y nos fuimos a beber café (y té para el estómago gurugurante del Mago). A las nueve, logramos entrar al club. Eugenia sabía que algo andaba mal, pues el H2O (el club) antes era La mansión, un lugar horrible para esta clase de eventos. Y cuando los fascistas nos pidieron nuestras credenciales del IFE para dejarnos pasar (aunque nuestros más de treinta años se ven a todas luces), supimos que en efecto, algo andaba enfermo en todo este desmadre.
Unas insulsas belly dancers movían el bote al ritmo de una novata mezcla de aggrotech, ebm, industrial rave y synth-pop. La barriga del Mago protestaba, y cuando surgió Reaxión Guerrilla, disfrazados como una veleidosa banda gótica, Eugenia se soltó a darle a la bailada (me recuerda mucho el "Pong" de Eisenfunk, pero sin disfraz). La banda tenía buena presencia, buena actitud, y dos bailarinas preciosas (una flaca y otra gorda porque ya comió) que se movían más chido que las mentadas belly dancers.
Entre fuego, humo y láseres verdes, pantallas que anunciaban precios elevados de aguas y cervezas, y amenazantes recordatorios de que el evento y el lugar estaban siendo monitoreados por la SSP (¡con razón piden IFE incluso a los evidentemente rucos; si algo pasa, quieren tener a todos los asistentes fichados!), una hora de electro rudo poco variado fue quedando atrás. Ya faltaba menos para lo que te truje, Chencha.
De nuevo un DJ set bastante aburrido. Y lo peor: se extendió por una hora. Pero al fin, un diablo rojo de ígneos cuernos, anunció la inminente llegada del demonio Amduscia Amduscia. Polo y el Demonio compartieron el escenario por unos minutos, después, fue todo para Polo. Durante algo así como quince o veinte minutos, Polo lució excelente, pero por alguna razón, se desinfló. Quizá ya estaba resintiendo el alcohol, o quizá desde la muerte de Édgar (¡te extrañamos, carnal!), Polo ya no es el mismo.
Y la hora de Amduscia, extraña y decepcionante, concluyó. Y ya todos deseábamos asistir al apocalipsis sonoro de los maestros, los más grandes del universo, ¡los infalibles Hocico! Pero nel, resulta que había otro DJ set, igual de chafa que el resto, o peor, puesto que ahora no duró sesenta minutos, sino noventa.
Era la una con cincuenta de la madrugada. Eugenia estaba aburrida como un muerto sin gusanos. El Mago estaba enfermo y vomitaba cada quince minutos en los nauseabundos sanitarios. Yo estaba cansado, pero había pagado una buena feria para estar allí, y no me iría sin recibir mi merecido. A la unca cincuenta y dos, Eugenia decidió que se iría a su casa. Y se fue. Y a la una ciencuenta y nueve, Hocico apareció en escena, precedidos por un Satanás Azteca que escupía fuego y jugaba con él como un niño juega con un cubo de madera.
Hocico hizo de las suyas, siempre sublime y abyecto. El sarcasmo de Erik, (Erk) su presencia en escena, sus provocaciones con el público, sus gritos y chillidos y gruñidos, y la extraordinaria y siempre novedosa música de Óscar (Racso), con ese profesionalismo que le impide un instante de desconcentración, son la mancuerna perfecta.
El set duró una hora. Se marcharon. Y no escuchamos "Sexo bajo testosterona", que es sin ninguna duda, el tema por excelencia de la banda. Eso sólo podía significar una cosa: habría un encore y Hocico volvería. Y volvió. Y por encima del grito generalizado: "sexo, sexo, sexo", Erk nos preguntaba si nos gustaba el sexo. Emocionados, todos gritaban "Hocico, Hocico", el Mago gritaba: "Diosito, Diosito", y yo, recordando a Jebús el Pagano, otro amigo entrañable, gritaba: "Ositos, Ositos". Pero nanay, tocaron "Instincts of pervertion".
Después de alguna pieza más, se volvieron a largar. Pero sabíamos que volverían. Y esta vez, sí tocaron el himno del placer. Y nosotros, felices, ya para siempre condenados al deseo, ayudamos a Erk a cantar, como puede apreciarse en el video de más abajo.
A las cuatro, acabó Hocico y siguió algún que otro DJ, pero ni el Mago ni yo nos arriesgaríamos a aburrirnos. Nos salimos a la calle por la puerta trasera del lugar, nos dormimos un rato en la banqueta, a las cinco y cacho nos fuimos a Insurgentes a esperar un Metrobús nocturno que nos llevara a Perisur, pero no pasó ningún culero. Tuvimos que esperar a que abrieran las líneas diurnas (esperar el metro, es decir hasta las siete, sólo puede caber en la pobre cabeza de un alcalde que no sabe que en esta ciudad también hay gente que no conduce auto, por pobreza la mayoría, por ideología algunos pocos como yo, y que aún así deseamos vivir de noche; ¿será una cuestión moral, obligar de cierto modo a las buenas gentes a permanecer en casa durante las oscuras horas?). Como sea, mientras esperábamos el bus, el Mago descubrió un billete de cien varos en el suelo, y minutos después, yo también tuve suerte y hallé una brillante moneda de dos pesos, que no alcanza ni para un pasaje (sólo del trole o el RTP, pero de ésos no hay en Insurgentes).
Con todo, llegué a mi casa a las siete a eme. Comí una ligera torta mientras veía dos episodios de Frasier (siempre genial, siemrpe revivificante), y luego me tumbé a dormir y soñar con la chica de la canción.
Autor: Antónimo
Gracias por visitar mi blog... no he puesto nada nuevo en estos días porque he estado muy ocupado con mi escuela (precisamente mañana tengo examen) y con ganas que tenía de ir a ese de Hocico y otros más que se me pasarón. De los comentarios pues si me aguito y no... mi intención es compartir y con saber que a gente como tú les agradan es más que suficiente... nos seguimos leyendo.
ResponderEliminarhola, te acuerdas de casualidad que temas toco reaxión guerrilla?? me lo perdíi :( y de Hocico?? :)
ResponderEliminarMe gustó tu crónica , solo cuida mas el estilo y se mas especifico , argumenta tus criticas y se mas rebuscado con tu lenguaje, no tan coloquial , ademas a la gente no le interesa que desayunaste o a que hora te levantaste, solo le interesa la crónica del evento. saludos
ResponderEliminarHola, Anónimo. Gracias por tus comentarios. Soy el autor de esta crónica, y aunque entiendo y comparto tus puntos de vista, en este caso difiero. Veamos:
ResponderEliminarCuidar más el estilo. Si te refieres a la gramática, me ayudaría mucho si me hablaras un poco más de los problemas que viste. Me interesa mejorar constante,mente. Si te refieres al estilo narrativo, descuidado, veloz, accidentado (no sé cómo nomrarblo para explicarme con claridad, me refiero a esos detalles estilo: "como cualquier cosa", soy de la opinión que los detalles insulsos no existen en la obra. La obra es lo que está, si Joyce no se detiene a contr sobre las manchas en las uñas de un personaje, otros autores sí lo hacen, y la obra es eso. O quizá te refieres a los errores como "siemrpe". Ahí no tengo excusa.
Ser más específico. Mh, podría decir que la torta era de huevo, con cebolla, jitomate, mayonesa, mostaza, salsa de jitomate, y el bolillo tenía semillas de ajonjolí encima.
Argumentar críticas. No, no se trata de un análisis, de un texto argumenttivo, sino de una crónica, una descropción subjetiva de lo que el autor-personaje vive y siente.
Ser rebuscado/no ser coloquial. De nuevo, se trata de un texto de tono apresurado para mostrar un evento real y vertiginoso, si el autor es demasiado correcto y, sí, rebuscado, el texto no tendrá el impacto deseado.
La hora de levantarse. Insisto, el autor elije los detalles que narrará, todas las aristas, desviaciones del tema, todo lo que no es parte del tema, son parte de la obra, pues estamos ante una crónica de tono literario, a diferencia de otras que son notas infomativas (objetivas y de lenguaje desapasionado), análisis de eventos (lenguaje correcto, rebuscado de cierto modo, lo suficientemente claro para ser comprensible por todos). Estamos, sobre todo, frente a una crónica que es también un cuento, una obra que cuenta algo real de un modo literario. El autor puede elegir todas las licencias que así desée.
Te invito, si gustas, a visitar mi blog personal (http://jorgevillarruel.blogspot.com), donde podrás leer cosas compeltamente distintas; para empesar, no institucionales.
Saludos, y espero que sigas visitando nuestro espacio.
Jorge
Promotor de Memorias de tu ciudad: Escrito.